El mercado es la prioridad

La humanidad practica la agricultura (de forma generalizada) desde hace más de 10.000 años, según datos arqueológicos. En todos estos milenios, las variedades vegetales que en un comienzo fueron salvajes, duras, pequeñas o incluso un poco tóxicas, han sido notablemente mejoradas mediante la sencilla técnica de «selección genética», que consiste simplemente en elegir, de entre toda la cosecha, a las frutas que tengan las características más deseables para usar sus semillas en la siguiente temporada, traspasando de esta forma dichas características a las nuevas generaciones y obteniendo así una variedad cada vez mejor. ¿En qué sentido «mejor»? Pues siempre pensando en lo que es mejor para las personas, es decir, vegetales más apetitosos, nutritivos y fáciles de cultivar. El criterio de mejoría ha estado siempre orientado al beneficio de las personas.

Hoy en día las variedades tradicionales están siendo reemplazadas por otras nuevas, que supuestamente son «mejores» pero en un sentido completamente diferente. Ahora el criterio principal para la selección genética es la facilidad de comercialización y transporte del vegetal. Ya no es tan importante que una fruta tenga buen sabor o un alto valor nutritivo, ni siquiera que su cáscara se encuentre libre de agroquímicos; lo importante es que resista el viaje en container. Es decir, el criterio está orientado al beneficio del mercado y no necesariamente al de las personas. Y para qué mencionar siquiera el beneficio al medio ambiente, el cual por cierto ocupaba un importante lugar en la ecuación de casi todos los pueblos que alguna vez han practicado la agricultura. Pero ahora es todo distinto, todas aquellas características que fueron tan apreciadas por la humanidad durante toda la historia de la agricultura están siendo relegadas a un plano secundario, todo en beneficio del mercado.

Esto inevitablemente lo lleva a uno a pensar en cómo se ha re-configurado el criterio de prioridades en la actualidad. A veces pareciera que ya el ser humano no es lo más importante, sino el mercado. Pregunto yo entonces: si es tan importante ese tal «mercado», pues ¿dónde está?, ¿dónde se le puede hallar? «En todas partes», responden los sacerdotes del mercado, «Es omnipresente, y omnipotente, debemos entregarle nuestros votos aunque no podamos verlo ni tocarlo».

Ese cuento ya lo conozco, y me latea enormemente. 

—23.Aug.2022

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